sábado, 12 de enero de 2013

RECUERDOS DE UNA NIÑA CATALANA EN LA BARCELONA FRANQUISTA (3)

  
DIA DE REYES

El dia de Reyes es una de las fechas más entrañables, emotivas y familiares del año.
Los dias de reyes de mi infancia los recuerdo con mucho cariño y tambien ahora, con un sentimiento de pena, porque de todos los mayores respnsables de nuestra felicidad de esos dias, ya no estan casi ninguno con nosotros.

Pocos recuerdos tengo de las Navidades vividas en la casa de Horta. Era muy pequeña. Sí me quedan fotos hechas, muy probablemente por mi tio Lisardo, que junto con mis padres, la yaya y la tieta Roser, nos mimaban y se esforzaban en que el dia de Reyes fuera sumamente especial. Tengo una foto, en la que mi hermano era sólo un bebé y yo, jugando con una cocinita de madera, que nada tiene que envidiar a las que se hacen ahora, que tenía hasta un depósito con agua que salia por el grifo, vajilla completa de aluminio... hecha toda a mano por mi tio -carpintero de profesión - Hablamos del año 1956.  tambien está en la foto un muñeco bebé, con un moisés precioso, totalmente hecho y cosido en casa por mi madre.   Esos detalles no tienen precio.
Cuando yo tenia unos 4 años fuimos a vivir al piso de Barcelona, de esa época ya tengo los recuerdos más vivos y presentes.
Viviamos mi hermano y yo, con una ilusión vibrante esos dias festivos, con la inocencia de la edad, y la precariedad de la época. Ya de vacaciones del colegio, las "navidades" empezaban oficialmente  el dia del sorteo de la loteria Nacional, que nos despertabamos con la "musiquilla" de fondo con el canto de los niños de San Ildefonso, que mi madre ponia en la radio. Era - y sigue siendo- típico.
Un sábado por la tarde, nos ibamos al centro de Barcelona con mis padres, -esto ya era una cosa extraordinaria- , para ver las luces de Navidad.  Barcelona siempre ha sido una preciosidad iluminada en Navidades, tambien en esa época.  Nos llevaban a que entregaramos la carta al Paje Real, que estaba en los  almacenes Jorba, en la calle Pelayo, junto a la Pza. Catalunya, en pleno corazón de Barcelona.  Allí nos colocabamos en una interminable cola de niños, carta en mano, esperando dar la carta a un paje de largas barbas postizas, y que a veces era el paje del Rey Baltasar, que se descoloría con el sudor de los focos. Pero nada podía con nuestra ilusión. Las luces,la música con villancicos a todo volumen, la decoración, y el ambiente creado allí, hacian de la entrega de la carta, un momento mágico.
Hecho esto, ibamos ya para casa. Se cenaba y a dormir temprano para que cuando pasaran los reyes no nos pillaran despiertos.
Mis padres, muy apañaos ellos, se iban al cine "para hacer tiempo", mientras nosotros nos quedabamos al cuidado de la yaya, que se las veia y deseaba para que nos quedaramos dormidos.
Cuando volvian del cine, previa comprobación de que estabamos dormidos, "procedian" a hacer su cometido.
Uno de esos años, y cuando hacian la comprobación de que dormiamos, tengo una anécdota, que me demuestra que el poder de la mente es tan fuerte e importante, que muchas veces vemos sólo lo que queremos ver, dominados por la sugestión.
Por lo visto, no habia manera de dormirme, pero hacia como que sí. La habitación en la que dormiamos, mi hermano, la yaya y yo, estaba ya totalmente a oscuras. La casa tambien. Sólo una tenue luz entraba por la ventana del baño. Recuerdo perfectamente como se entreabrió la puerta de mi habitación. Por lo visto mis padres ya habian llegado del cine y "comprobaban" para no ser pillados.  Pero yo... ví al REY BALTASAR... ¡¡SI!!.. lo ví claramente, la cara... el turbante brillante... todo muy claro... asomando la cabeza por mi puerta...  Recuerdo el pánico que me entró. Me tapé la cabeza con la manta y supongo que me dormí aterrada.  Bendita inocencia!!

Por la mañana saltabamos de la cama impacientes.  Los reyes habian pasado y nos habrían dejado los regalos en el recibidor. Ibamos todos en fila... mi padre delante...detrás los demás... sigilosamente... no se podía correr... primero se tenia que comprobar que se habian comido los trocitos de turrón de jijona que les habíamos dejado, así como tambien los vasitos de vino dulce... y un cacharro con agua para los camellos.   Teniendo en cuenta que el piso estaba en la decima planta de altura, el grado de ingenuidad nuestro era notable.  Entusiasmo, nervios e ilusión a partes iguales. Felicidad e inocencia, que son irrepetibles..Despues del desayuno, y si el tiempo lo permitía, subiamos al terrado del piso 11, donde mi madre y las vecinas tendian la ropa. Y allí subiamos todos los juguetes, y se hacian las fotos para el recuerdo. Muñecas, fuertes con indios y vaqueros, supermercados, camiones... todo desfiló por ese terrado.

Con los años las cosas van cambiando, los niños pierden la inocencia, pero no se debe perder nunca la ilusión, ni los pequeños ni los mayores. Vivir las fiestas acorde al momento, a las personas y circunstancias. No siempre es fácil, pero sin ilusión, sin ganas, la vida a veces es demasiado dura y nos puede vencer y dominar. Las cosas más simples son normalmente las que dan la "salsa" y el aliciente a la vida, las que mas recordamos, y a la vez las más queridas.

2 comentarios:

  1. Hola tita!!
    Me ha encantado tu historia. La verdad que las personas que tenemos la gran suerte de haber tenido una bonita infancia, la debemos recordar siempre. Estén o no estén las personas que hicieron posible esos momentos inolvidables y gratificantes, son esos maravillosos recuerdos los que nos hacen seguir adelante. Como tu bien dices,la ilusión no debe faltar nunca y los buenos momentos vividos perdurarán siempre en el recuerdo de nuestros corazones.
    Gracias por compartir con todos nosotros tus vivencias y tus recuerdos.

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  2. Gracias a tí por querer compartirlas. Un beso

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