Después de unos cuantos meses de sequía bloguera, me he decidido a volver a publicar. Y es que desde que inicié la serie de escritos "Recuerdos de una niña catalana ...", mi hija pequeña me dijo que le encantaban este tipo de escritos, pero me pedía explícitamente que dedicara uno de ellos a mi padre. Al que ella nunca llegó a ver, ya que nos dejó 48 horas después de que ella naciera. Mucho tienen en común mi padre y mi hija pequeña. Y no solamente el nombre. Todos mis hijos han heredado la "vena artística" del abuelo, cada uno a su estilo. También Joana, la pequeña, y de una manera muy intensa. Donde quiera que esté, sé que estará muy orgulloso de todos ellos.
Presiento que este va a ser uno de mis post más difíciles, ya que hablar sobre alguien tan importante en mi vida, al que tanto quiero y que tanto ha influido en mi manera de ser, en mi carácter, y en mi manera de ver y vivir la vida, es sumamente difícil.
Mi padre nació un martes 13 de Julio de 1923 en el barcelones barrio de Horta. Le pilló la guerra civil en plena adolescencia. Pero antes de que esto pasara, tuvo la suerte de poder acudir a la escuela del barrio "La Vanguardia Obrera", donde en una sola aula, con un sólo maestro -el Sr. Serra - y con un sólo libro de texto, impartía clase a todos los niños "de clase trabajadora" del barrio. De todas las edades. Todos juntos. Todos los temas y asignaturas estaban incluidas en el día a día. También clases prácticas de convivencia y urbanidad para ir por la vida. Eso sin libro de texto. Y aún le quedaba tiempo para hacerles tomar el gusto por el arte, el dibujo y a enseñarles a pintar al oleo. Todo un ejemplo como profesor y como persona, que sin duda podría dar lecciones magistrales a muchos ministros de educación actuales, sin nombrar a nadie.
Cientos de veces le escuché a mi padre las excelencias de su profesor. Le recordó toda la vida.
Sin ninguna duda fue el Sr. Serra, el que sembró en mi padre la semilla del artista que llevaba dentro. Recuerdo que me contaba como disfrutaba cuando se los llevaba al campo con una tiza y una pizarrita, para dibujar paisajes en vivo.
La guerra civil española, truncó todas estas vivencias, y lo primordial pasó a ser la supervivencia. Durante años no tuvo otra que aparcar su afición para poder ganarse la vida trabajando en varios sitios a la vez, para poder tirar adelante la familia. Contable de oficio,salia de un trabajo y empalmaba con otro. Afortunadamente en aquella época había trabajo, muy mal pagado, eso sí, pero había.
Durante esos años, sin tiempo apenas para nada, gustaba de hacer trabajos artísticos para cosas puntuales, como pergaminos dedicados a compañeros que se jubilaban, poesías-otra de sus grandes pasiones- escritos a modo de pergaminos con artísticas letras góticas, preciosos dibujos heráldicos antiguos..
No fue hasta su jubilación anticipada, que pudo dar rienda suelta a su placer por la pintura. Habilitó en la habitación que había sido de mi hermano, su despacho particular. Una mesa de oficina, su máquina de escribir Olivetti, la cama nido a modo de sofá, un armario para todo el papeleo, una estantería con su colección de libros de Josep Plá siempre a mano, y por fín la zona de pintar con la luz natural del gran ventanal de la habitación. Básicamente buscó la comodidad en la zona de pintura -como debe ser- No tenía caballete para los lienzos. Se preparó una repisa de madera en forma de "L" en la pared, de punta a punta, así le cabían varios lienzos a la vez.
Pulcro y meticuloso donde los haya, tenía una pequeña mesita a su izquierda donde estaban todas las pinturas, la paleta y un jarrón con los pinceles. Una lámpara de escritorio con gran brazo extensible para las horas nocturnas, constituian su equipo de trabajo.
Tenía un estilo muy particular sobre la manera de planificar sus cuadros. Amante sobre todo de la naturaleza, pintaba básicamente paisajes de bosques, campos, temas rurales siempre. Le fascinaban las tonalidades que puede tomar la vegetación, la montaña, los campos según la hora, la luz o la estación del año.
Los contraluces, las sombras, los rayos de luz era algo que le atraían sobremanera.
Sus paisajes eran sacados casi siempre de fotos hechas por él. Alguna también de postales o de algún libro de paisajes de los varios que tenia.
Una fotocopia en color del tema en cuestión, era el comienzo de cada uno de sus cuadros. Cuadriculaba a lápiz meticulosamente el modelo fotocopiado, y luego escala hacía lo propio con el lienzo. A partir de ese momento el lápiz empezaba su cometido. El oleo pasaba primero por ser un dibujo lo más detallado posible. Una vez terminado el dibujo empezaba a pintar con los oleos. Primero los fondos del paisaje, el cielo, y de la lejanía del horizonte iba acercándose a los primeros planos y marcando los detalles.
Sin prisas, sin agobios iban tomando forma, color y vida. Si alguno no le "cuadraba" como quedaba, no tenía problema con aparcarlo el tiempo que hiciera falta, empezar con otro, y cuando de nuevo le apeteciera terminarlo, o alguna vez desecharlo.
Amante de la pintura clásica, a principios de los años setenta, se "tropezó" con un cuadro de Murillo, que le enamoró. Era un reto. Un cuadro famoso, figuras humanas, y también animales, gran tamaño..y casi nunca había copiado a un pintor clásico. Se trataba de "La Sagrada Familia del pajarito". Pero no era persona que se echara atrás ante las dificultades ni las cosas difíciles (a quien me recuerda, eh Joana?
Compró un lienzo de importantes dimensiones y empezó el proceso. No recuerdo exactamente el tiempo que tardó, pero fue largo el parto. Pero llegó un momento de saturación en la que dijo "no puedo más". Y el cuadro se quedó a medias.
Yo por aquella época estaba arreglando el piso para casarme. Y un día planeando la decoración del comedor, mirando sus paredes desnudas, de pronto "ví" allí el cuadro que mi padre tenía a medias y semiabandonado. Ni corta ni perezosa cuando llegué a casa, se lo propuse. Le pedí por favor que terminara el cuadro para mí, para nosotros. Recuerdo que se quedó sorprendido. Me dijo "de verdad te hace ilusión?" Por supuesto !!, y no sólo por la parte decorativa, quería su obra maestra!! No me dijo que sí, sólo que lo intentaría. Nada más se habló del tema, pero arreglé mi piso, y aquella pared quedó al desnudo. Nos casamos, fuimos de viaje, y a la vuelta, cuando entré en mi casa... tenía el cuadro colgado en el comedor. Terminado. Magnifico. Con un marco de madera labrada oro viejo fantástico. Y allí sigue, con su plaquita de metal y la dedicatoria cariñosa de mi padre.
Al pedirle el cuadro le dí la motivación necesaria para hacer el esfuerzo de acabarlo.
En los últimos años hizo un par de exposiciones con sus principales cuadros. La última, ya póstuma, a modo de homenaje a su obra y a su persona, con la inestimable colaboración e iniciativa de su hermano, mi tio Mingo. Jamás vendió un sólo cuadro. Siempre los regalaba. Sólo la familia y sus amigos más queridos tenemos la suerte de tener sus cuadros. Decía que les ponía demasiado cariño y un pedacíto de corazón en cada uno, y que no podía comercializar con esto.
Sin duda esto era un detalle más de su carácter sumamente sensible y sentimental. Aunque fuerte y duro como un pilar en el que todos nos apoyábamos. Su fuerza y su cariño, y si me apuran su presencia, siguen muy vivos en mi corazón y en mi vida.